Diálogos II
- ¡Ja!... qué arrastre de risa.
- ¿Qué es tan gracioso?
- Nada, que en estas películas porno siempre todo lo exageran. Es como si estuvieran orientadas a gente que nunca se ha acostado con alguien y que no sabe como es la situación.
- No te entiendo, amor. Explícame.
- Mira... por ejemplo mira esa escena... ¿No te parece que, pese a estar en esa posición, ella está gritando más de la cuenta?
- Pues no sé, de repente él está, digamos, "bien dotado"... puede ser que a ella le duela... ¿no?
- Si bueno, puede ser... pero igual me parece que exageran. Y mira: él también jadea como asmático... ya es demasiado. Eso no es real.
- Pero cielo, esos son, finalmente, actores. De repente ni siquiera lo están disfrutando.
- No, no creo que lo disfruten. Y bueno, los actores porno llevan la peor parte, ciertamente. No solo les pagan menos que a las actrices, sino que además tienen que mantener la erección mientras están rodeados de todo el equipo de cámaras, de luces, con el director al costado dando instrucciones y diciendo "¡Corten!" a cada rato.
- Si... pobrecitos. Debe ser muy difícil para ellos mantener la concentración, ¿no, cielo?
- Ah, pero por supuesto. ¿Sabes que además tienen que ser capaces de eyacular a voluntad? Estuve leyendo una revista la otra vez y aparentemente es un requisito indispensable. Debe ser recontra difícil.
- Pasu... ¿a voluntad? Qué maestros.
- ¿Perdón?
- No, que qué maleados.
- Ah... si, pues... maleadazos. ¿Y te das cuenta que todos los actores porno son como sacados del mismo molde? Son graciocísimos. Todos son musculosos y lampiños, como si les hubieran puesto esteroides y depilado todo el cuerpo. Supongo que eso les debe gustar a las mujeres, ¿no?
- No, amor. No a todas.
- ¿Ah, no? ¿Y a ti no te gustan musculosos y lampiños?
- No, por supuesto que no.
- ¿Entonces cómo te gustan?
- Como tu.
- ¿Como yo?
- Si: Fofos y peludos. Y ahora apaga la tele, que quiero dormir. Hasta mañana.
- ...
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